Ahora las universidades también enseñan a fracasar
Cualquiera diría que a perder se
aprende solo, que es de esas cosas que la vida se encarga de enseñar. Pero por
algo será que hoy en día las universidades están enseñando a sus estudiantes
cómo fracasar sin que pierdan la cabeza.
Y es que el grado de estrés entre
los jóvenes universitarios, las presiones académicas, las nuevas vivencias
emocionales y la incapacidad para manejarlas han vuelto necesario que muchas
instituciones de educación superior en Estados Unidos creen talleres, programas
y proyectos para enseñarles una lección de vida fundamental a sus estudiantes:
cómo fracasar.
En Harvard, por ejemplo, con los
egresados más exitosos (económicamente) del mundo, invitan regularmente algunos
exalumnos para que hablen de sus mayores fracasos. Esta iniciativa, llamada
Success-Failure Project, además de recopilar testimonios sobre los logros y
fracasos, recoge análisis sobre el paradigma del éxito y los grandes rechazos
profesionales de profesores y directivos
En Princeton se inventaron el
Perspective Project para que los propios estudiantes compartan, por medio del
formato video, sus mayores fracasos (y qué aprendieron de ellos) en su vida
universitaria. Algo similar a lo que hace el Resilience Project de Stanford y
la Universidad de Pensilvania con el Proyecto Penn Faces.
l Davidson College de
Carolina del Norte incluso ofrece un “Fondo para el Fracaso” con el que alienta
a los estudiantes a desarrollar una idea innovadora y a fracasar en el intento,
sí tienen que hacerlo. No hay ninguna presión porque el proyecto sea viable o
exitoso. De hecho, les dan entre 150 y 1000 dólares (lo que equivale a entre
465.000 y 3’095.000 pesos colombianos) para hacerlo. “Thomas Edison fracasó
cientos de veces antes de crear la bombilla. Queremos que ese seas tú”, reza la
descripción del proyecto.
“En nuestro campus, todo se puede
sentir muy competitivo. Creo que nos dejamos llevar por la idea de mostrar una
imagen de perfección. Pero ver que se habla abiertamente de estos fracasos,
para mí, hace que sientas que está bien, que todo el mundo tiene problemas”,
explicó Carrie Lee Lancaster, estudiante de primer semestre en el Smith College
al New York Times.
En esta universidad femenina
privada crearon el programa Fracasando Bien, que también prendente
desestigmatizar el fracaso. Las estudiantes pueden asistir a charlas sobre cómo
lidiar con estas experiencias aparentemente negativas y sacarles provecho.
Fracasando Bien incluye talleres
como “Por qué muchos exitosos piensan que son un fraude”, “Liderazgo para
rebeldes” o “Fiesta del té sobre el perfeccionismo y la cultura del estrés”.
Estos programas surgen de la idea
de que los jóvenes estudiantes están entrando a la universidad sin las
habilidades necesarias para lidiar con sus dificultades. Además, las
instituciones educativas se han apoyado en la teoría, cada vez más popular, de
“fracasar hacia arriba”, según la cual los fracasos son un paso más en el
camino al éxito.
Los casos sobre fracasos
impregnan la cultura popular. Steve Jobs fue expulsado de su propia empresa, J.
K. Rowling fue rechazada en varias editoriales antes de publicar Harry Potter,
a Elvis Presley le dijeron que no podía cantar, a Harrison Ford que nunca
triunfaría en el ‘showbiz’ y Albert Einstein tuvo que trabajar en una empresa
de patentes porque nadie lo quería como profesor.
“Los fracasos, los contratiempos
y las dificultades son parte normal de la experiencia universitaria y de una
vida exitosa [...] Alentamos a los estudiantes a que reconozcan el potencial
que existe en los fracasos”, recoge la página web del Princeton Perspective
Project.
Jóvenes hiper estresados
En su libro ‘El regalo del
fracaso’, la escritora y educadora Jessica Lahey explica que las nuevas
generaciones de padres sobreprotegen y privan a sus hijos de la experiencia del
fracaso. Entonces, estos colapsan cuando se enfrentan a los “diferentes
causantes de estrés propios de la pubertad, las expectativas académicas
exacerbadas y la creciente carga de trabajo” típicos de la universidad.
“El fracaso -desde pequeños
errores a sonoros fallos de juicio- es un aspecto necesario y fundamental del
desarrollo de nuestros hijos [...] Sin embargo, cada decepción, cada rechazó,
cara corrección y cada crítica son pequeños fracasos, oportunidades
disfrazadas, valiosos regalos identificados erróneamente como una tragedia.
Lamentablemente, cuando evitamos o desestimamos el valor de estas oportunidades
con el fin de preservar la sensación de despreocupación y felicidad a corto
plazo de nuestros hijos les estamos privando de experiencias que es necesario
que vivan para poder llegar a ser adultos capaces y competentes”, opina Lahey.
Estos jóvenes “privados del
fracaso”, como los llama la autora,, tienden a ser más depresivos y necesitar
más ayuda psicológica. Según varios estudios publicados por la American College
Health Association, en los últimos siete años ha habido un incremento continuo
en los niveles de ansiedad entre universitarios y la de demanda de servicios de
consejería estudiantil.
Por esta razón, las instituciones
educativas se han volcado a estos talleres que pretender reducir los niveles de
estrés y desestigmatizar el fracaso.
“Por mucho tiempo asumimos que
estas eran cosas que se aprendían automáticamente en la niñez”, le dijo Donna
Lisker, rectora del Smith College al New York Times. “La idea de que un joven
de 18 años no sepa perder suena absurdo. Pero creo que en muchos sentidos hemos
arrancado a los niños de vivir esas experiencias de forma natural”, concluyó.
Semana,07/07/2017
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