La economía post-covid puede tener más robots, menos puestos de trabajo y vigilancia intensificada (1)






Estimulado por la pandemia de coronavirus, el capitalismo global está al borde de una nueva ronda de reestructuración a nivel mundial basándose en una digitalización mucho mayor de toda la economía y sociedad global. Esta reestructuración empezó tras la Gran Recesión de 2008 pero las condiciones sociales y económicas cambiantes propiciadas por la pandemia acelerarán enormemente el proceso. Probablemente aumentará la concentración del capital a nivel mundial y empeorará la desigualdad social. Habilitados por las aplicaciones digitales, los grupos dominantes ─a menos que sean obligados a cambiar de rumbo por la presión de masas desde abajo─ recurrirán al aumento del Estado policial global para contener los próximos levantamientos sociales.
El emergente paradigma capitalista post-pandemia se basa en una digitalización y aplicación de las tecnologías de la así llamada cuarta revolución industrial. Esta nueva ola de desarrollo tecnológico es posibilitada por una tecnología de la información más avanzada. Lideradas por la inteligencia artificial (IA) y la recogida, procesamiento y análisis de inmensas cantidades de datos (big data), las tecnologías emergentes incluyen el aprendizaje automático, la automatización y la robótica, la nano y biotecnología, el Internet de las Cosas (IdC), la computación cuántica y en la nube, la impresión 3D, nuevas formas de almacenamiento de energía y vehículos autónomos, entre otras.
La tecnología informática y de la información (CIT, por sus siglas en inglés), introducidas en primer lugar en los 80, proporcionaron la base original para la globalización. Permitió a la emergente clase capitalista transnacional, o TCC; coordinar y sincronizar la producción global y por lo tanto poner en práctica un sistema productivo y financiero globalmente integrado al que todos los países se han incorporado. Igual que la introducción original de la CIT e internet a finales del siglo XX transformaron profundamente el capitalismo mundial, esta segunda generación de tecnologías digitales está llevando ahora a una nueva ronda de reestructuración a nivel mundial que promete tener un nuevo impacto transformador en las estructuras de la economía, sociedad y política globales.
Si la primera generación de la globalización capitalista de los 80 supuso la creación de un sistema productivo y financiero integrado globalmente, la nueva ola de la digitalización y el ascenso de las plataformas han facilitado desde 2008 una transnacionalización muy rápida de los servicios digitales. Para 2017, los servicios suponían alrededor del 70% del producto bruto global e incluían comunicaciones, informática, tecnología digital y de plataforma, e-commerce, servicios financieros, trabajo profesional y técnico, y una serie de otros productos no tangibles como películas y música.
La pandemia ha aumentado los esfuerzos de las gigantescas empresas tecnológicas y sus agentes políticos para convertir cada vez más áreas de la economía hacia los nuevos ámbitos digitales. Es difícil subestimar lo rápida y extensa que es la reestructuración digital actual de la economía y sociedad globales. Según los datos de Naciones Unidas, la “economía del compartir” ─esto es, la actividad mediada por plataformas─ crecerá desde 14.000 millones de dólares en 2014 a 335.000 millones para 2025. Los envíos mundiales de impresoras 3D crecieron más del doble en 2016, hasta más de 450.000, y se esperaba que alcanzaran los 6,7 millones para finales de 2020. Se estima que el valor global del e-commerce alcanzó los 29 billones de dólares en 2017, lo que equivale al 36% del PIB global de ese año. Las exportaciones de servicios de entrega digital supusieron en 2018 2,9 billones, o el 50% de las exportaciones de servicios globales. Para 2019, el tráfico global en internet era 66 veces el volumen de todo el tráfico global en internet en 2005, mientras que el tráfico global de Protocolo de Internet (IP), un proxy para flujos de datos, creció de cerca de cien gigabytes (GB) al día en 1992 a más de 45.000 GB al segundo en 2017. Y sin embargo el mundo sólo está en los primeros días de la economía dirigida por los datos; para 2022, se estima que el tráfico global de IP alcance los 150.700 GB al segundo, alimentado por cada vez más gente que llegue a internet por primera vez y por la expansión del internet de las cosas.
La pandemia de coronavirus ha puesto de relieve lo central que se han vuelto los servicios digitales para la economía global. Pero más que destacar este detalle, se puede esperar que la pandemia y sus consecuencias, en la medida que aceleran la reestructuración digital, dé lugar a una enorme expansión de servicios digitales sin mano de obra o con ésta reducida, incluyendo todo tipo de nuevos acuerdos de teletrabajo, entrega con drones, comercio sin efectivo, finanzas digitalizadas (o fintech), seguimiento y otras formas de vigilancia, servicios médicos y legales automatizados, y enseñanza remota que incluya instrucción pregrabada. La pandemia ha aumentado los esfuerzos de las gigantescas empresas tecnológicas y sus agentes políticos para convertir cada vez más áreas de la economía hacia estos nuevos ámbitos digitales.
Las gigantescas empresas tecnológicas han florecido durante el contagio, volviéndose esenciales sus servicios digitales para la economía de la pandemia, a medida que cientos de millones de trabajadores a nivel mundial pasaban al trabajo a distancia desde casa o mediante plataformas potenciadas, o se vinculaban al trabajo de servicios gestionado digitalmente, y a medida que los servicios presenciales eran sustituidos por servicios digitales a distancia. La economía global post-pandemia supondrá una aplicación rápida y expansiva de la digitalización a cada aspecto de la sociedad global, incluidas la guerra y la represión.
TECNOLOGÍA, FINANZAS Y COMPLEJO INDUSTRIAL-MILITAR
La digitalización ha sido impulsada por la crisis capitalista. El coronavirus no fue sino la chispa que encendió la combustión de una economía global que nunca se recuperó del colapso financiero de 2008 y ha estado tambaleándose al borde una nueva crisis desde entonces. Pero las causas estructurales subyacentes de la debacle de 2008, lejos de estar resueltas, se han gravado firmemente. La especulación financiera frenética, la deuda insostenible, el saqueo de las finanzas públicas, el stock tecnológico excesivo, y la acumulación militarizada organizada por el Estado han mantenido a la economía global balbuceando en años recientes frente al estancamiento crónico y ocultado su inestabilidad. (La acumulación militarizada se refiere a la acumulación de capital ─es decir, la obtención de beneficios, mediante sistemas de guerra cada vez más expansivos, el control social y la represión transnacional).
Un puñado de compañías tecnológicas con sede en EEUU que generan, extraen y procesan datos han absorbido enormes cantidades de efectivo de inversores transnacionales de todo el mundo
Hay tres tipos de crisis capitalistas. El primer tipo es cíclico, o el ciclo de negocios, que supone desaceleraciones o recesiones económicas aproximadamente una vez por década. Hubo recesiones a principios de los 80, a principios de los 90 y con el cambio de siglo. El segundo tipo es estructural y aparece una vez cada 40 o 50 años, y el tercero es sistémico, al que me referiré a modo de conclusión. Se llaman crisis estructurales o de reestructuración, porque su resolución supone la reestructuración del sistema capitalista. La crisis de reestructuración de la Gran Depresión de los años 30 se resolvió mediante el ascenso de un nuevo tipo de capitalismo basado en la redistribución y la intervención estatal para regular el mercado, y llevó a los sistemas de bienestar social del siglo XX. La siguiente crisis estructural golpeó en los 70 y llevó a la globalización y el ascenso de una TCC desde los 80 en adelante.
Una nueva crisis de reestructuración comenzó con el colapso financiero de 2008. Liderando el camino en esta reestructuración estaban las gigantescas empresas tecnológicas ─entre ellas Microsoft, Apple, Amazon, Tencent, Alibaba, Facebook y Google, y a las cuales ahora se añaden Zoom y otras empresas propulsadas por la pandemia─. Estas empresas han experimentado un crecimiento asombroso durante la última década. Apple y Microsoft registraron una increíble capitalización de mercado de 1,4 billones cada una en 2020, seguidas por Amazon con 1,04 billones, Alphabet (la empresa madre de Google) con 1,03 billones de dólares, Samsung con 983.000 millones de dólares, Facebook con 604 billones, y Alibaba y Tencent con alrededor de 600 y 500.000 millones, respectivamente. Para dar una idea de lo rápido que estos mastodontes han crecido, la capitalización bursátil de Google pasó de menos de 200.000 millones de dólares a finales de 2008 a más de un billón a principios de 2020, o un aumento del 500%. Mientras tanto, en sólo dos años, de 2015 a 2017, el valor combinado de todas las empresas de plataforma con una capitalización bursátil de más de cien millones saltó un 67%, hasta más de siete billones.
Un puñado de compañías tecnológicas con sede en EEUU que generan, extraen y procesan datos han absorbido enormes cantidades de efectivo de inversores transnacionales de todo el mundo que, desesperados por nuevas oportunidades de inversión, han vertido miles de millones de dólares en los gigantes tecnológicos y de plataforma como salida para su capital acumulado excedente. La inversión anual en TIC saltó de 17.000 millones de dólares en 1970, hasta 65.000 millones en 1980, después a 175.000 millones en 1990, 465.000 millones en 2000, y 654.000 millones en 2016, y después llegó a un máximo de 800.000 millones en 2019. A medida que los capitalistas invierten estos miles de millones, las casas bancarias y de inversión globales de todo el globo se entrelazan con el capital tecnológico, como hacen negocios de todo el mundo que se están moviendo hacia la computación en nube y la IA. Para la segunda década del siglo, la economía global pasó a estar caracterizada sobre todo por los procesos gemelos de digitalización y financiarización.
Las “asociaciones público-privadas” privatizan para el capital tradicionales funciones del Estado a la vez que convierten los fondos públicos en subsidios corporativos. El ascenso de la economía digital supone una fusión de Silicon Valley con el capital financiero transnacional y el complejo militar-industrial-securitario, dando auge a un nuevo bloque de capital que parece estar en el mismo centro del paradigma post-pandemia emergente. Este nuevo bloque se hará incluso más poderoso que lo que se estaba volviendo antes de la emergencia sanitaria, impulsando una nueva e inmensa centralización y concentración del capital a escala global. Al frente de este bloque, los mastodontes tecnológicos son entidades financieras mayores que la mayoría de los países del mundo y son capaces de ejercer una enorme influencia sobre los Estados capitalistas. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, exhibió esta emergente relación capital-Estado cuando, a principios de mayo, nombró a tres billonarios tecnológicos ─Eric Schmidt, de Google; el ex CEO de Microsoft, Bill Gates; y Michael Bloomberg─ para encabezar una comisión de análisis para presentar planes para externalizar escuelas públicas, hospitales, policía y otros servicios públicos a empresas tecnológicas privadas. Tales “asociaciones público-privadas” privatizan para el capital tradicionales funciones del Estado a la vez que convierten los fondos públicos en subsidios corporativos.
La tercera pata en este bloque triangular del capital es el complejo militar-industrial-securitario. Cuando la industria tecnológica emergía en los 90, fue unida al complejo militar-industrial-securitario y el Estado policial global. Durante los años, por ejemplo, Google ha suministrado tecnología de mapas utilizada por el Ejército de EE UU en Iraq, albergado datos para la CIA, indexado las inmensas bases de datos de inteligencia de la Agencia de Seguridad Nacional, construido robots militares, lanzado un satélite espía junto al Pentágono y alquilado su plataforma de computación en la nube para ayudar a los departamentos de policía a “predecir” el crimen. Amazon, Facebook, Microsoft y otros gigantes tecnológicos están entrelazados a fondo con el complejo militar-industrial y de seguridad. El ascenso de la economía digital desdibuja las fronteras entre sectores militares y civiles de la economía y une a las empresas financieras, militar-industriales y tecnológicas alrededor de un proceso combinado de especulación financiera y acumulación militarizada.
Un informe de la Oficina Nacional de Investigación Económica descubrió que cada robot introducido en un local da como resultado la pérdida de tres a 5,6 puestos de trabajo
A nivel mundial, los gastos totales en defensa crecieron un 50% de 2006 a 2015, de 1,4 billones a 2,03 billones, aunque esta cifra no tiene en cuenta los presupuestos secretos, las operaciones de contingencia y el gasto en “seguridad nacional”. Para 2018, las empresas militares privadas empleaban alrededor de 15 millones de personas en todo el mundo, mientras que otros 20 millones de personas trabajaban en la seguridad privada. Los nuevos sistemas de guerra, control social y represión son conducidos por la tecnología digital. El mercado para nuevos sistemas de control social hechos posibles por la tecnología digital llega a los cientos de miles de millones. Se esperaba que el mercado global de biométrica, por ejemplo, saltara de su valor de 15.000 millones de dólares en 2015 a los 35.000 millones para 2020.
PRODUCCIÓN SIN MANO DE OBRA Y HUMANIDAD EXCEDENTE
Las crisis proporcionan al capital transnacional la oportunidad de restaurar los niveles de beneficios al forzar una mayor productividad con menos trabajadores. La primera ola de TIC en las últimas décadas del siglo XX desató el crecimiento explosivo en la productividad y las capacidades productivas, mientras que las nuevas tecnologías digitales prometen multiplicar por mucho tales capacidades. Específicamente, la digitalización aumenta enormemente lo que los economistas políticos radicales, siguiendo a Marx, identifican como la composición orgánica del capital, lo que significa que la porción del capital fijo en forma de maquinaria y tecnología tiende a incrementar el capital relativo al variable en forma de mano de obra.
En términos profanos, la digitalización acelera en gran medida el proceso en el que la maquinaria y la tecnología sustituyen a la mano de obra, expandiendo así las filas de aquellos a los que se convierte en excedentes y marginados. Un informe de la Oficina Nacional de Investigación Económica descubrió que cada robot introducido en un local da como resultado la pérdida de tres a 5,6 puestos de trabajo. En 1990, los tres mayores productores de coches en Detroit tenían una capitalización bursátil de 36.000 millones de dólares y 1,2 millones de empleados. En 2014, las tres mayores compañías de Silicon Valley, con una capitalización bursátil de más de un billón de dólares, tenían sólo 137.000 empleados. Este aumento en la composición orgánica del capital agrava la sobreacumulación y la polarización social, que ha alcanzado niveles sin precedentes a nivel mundial. Como ahora es bien conocido, sólo el 1% de la humanidad controla más de la mitad de la riqueza mundial y el 20% controla el 94,5% de esa riqueza, mientras que el restante 80% tiene que arreglárselas con sólo el 5,5%.
                                                                          Escrito por WILLIAM I. ROBINSON TRUTHOUT 30 JUN 2020



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